jueves, 16 de enero de 2014

Las flores del mal (les fleurs du mal)





Junto con Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, Charles Pierre Baudelaire forma la cima de la 
poesía francesa del XIX y también de los llamados "poetas malditos", por su vocación 
rebelde y sus maneras escandalosas al margen de la sociedad. 

Barbey d'Aurevilly, periodista francés, dijo de él que fue el Dante de una época decadente.


Le influyeron muchísimo Théophile Gautier (a quien dedicó Las flores del mal: "Al poeta impecable, al perfecto mago de las letras francesas, a mi muy querido y muy venerado maestro y amigo Th. Gautier, con los 

sentimientos de la más profunda humildad dedico estas flores malsanas") y, sobre todo, Edgar 
Allan Poe, a quien tradujo. 
 Las flores del mal, de Baudelaire, es uno de los libros de poesía más importantes de la 
cultura occidental y no ha dejado de ser publicado, estudiado y declamado desde su aparición. 
En España, Gómez de la Serna, González Ruano, Gil de Biedma, Cernuda, Félix de Azúa, Luis 
Antonio de Villena... han traducido, leído, admirado al autor francés. 



Las flores del mal (título original en francés: Les Fleurs du mal) es una colección de poemas de Charles Baudelaire. Considerada la obra máxima de su autor, abarca casi la totalidad de su producción poética desde 1840 hasta la fecha de su primera publicación.
La primera edición constó de 1.300 ejemplares y se llevó a cabo el 23 de junio de1857. La segunda edición de 1861 elimina los poemas censurados, pero añade 30 nuevos. La edición definitiva será póstuma, en 1868 y, si bien no incluye los poemas prohibidos, añade algunos más. En esta versión consta de 151 poemas. La censura que recayó sobre algunos de sus poemas no será levantada en Francia hasta 1949.







Abel y Cain
                       I
Raza de Abel, traga y dormita;
Dios te sonríe complacido

Raza de Caín, en el fango
Cae y miserablemente muere.

Raza de Abel, tu sacrificio
¡Le huele bien al Serafín!

Raza de Caín, tu suplicio
¿Tendrá un final alguna vez?

Raza de Abel, mira tus siembras
y tus rebaños prosperar;

Raza de Caín, tus entrañas
Aúllan hambrientas como un can.

Raza de Abel, caldea tu vientre
Junto a la lumbre patriarcal;

Raza de Caín, en tu antro,
Pobre chacal, ¡tiembla de frío!

Raza de Abel, ¡ama y pulula!
Tu oro también produce hijos;

Raza de Caín, corazón ígneo,
Cuídate de esos apetitos.

Raza de Abel, creces y engordas
¡Como chinche en la madera!

Raza de Caín, por los caminos,
Lleva a tu gente temerosa.
                       II
¡Ah, raza de Abel, tu carroña
Abonará el humeante suelo!

Raza de Caín, tu tarea
Todavía no la cumpliste;

Raza de Abel, mira tu oprobio:
¡El chuzo al hierro venció!

Raza de Caín, sube al cielo,
¡Y arroja a Dios sobre la tierra!




El albatros
Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.
.

Tristezas de la luna

Esta noche la luna sueña con más pereza, 
Cual si fuera una bella hundida entre cojines 
Que acaricia con mano discreta y ligerísima, 
Antes de adormecerse, el contorno del seno. 

Sobre el dorso de seda de deslizantes nubes, 
Moribunda, se entrega a prolongados éxtasis, 
Y pasea su mirada sobre visiones blancas, 
Que ascienden al azul igual que floraciones. 

Cuando sobre este globo, con languidez ociosa, 
Ella deja rodar una furtiva lágrima, 
Un piadoso poeta, enemigo del sueño, 

De su mano en el hueco, coge la fría gota 
como un fragmento de ópalo de irisados reflejos. 
Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz. 

.

Remordimiento póstumo

          Cuando tú duermas, mi bella tenebrosa,

            En el fondo de un mausoleo construido en mármol negro,
      Y cuando no tengas por alcoba y morada
    Más que una bóveda lluviosa y una fosa vacía;



Cuando la piedra, oprimiendo tu pecho miedosa
Y tus caderas que atemperaba un deleitoso abandono,
Impida a tu corazón latir y querer,
Y a tus pies correr su carrera aventurera,

La tumba, confidente de mi ensueño infinito
(Porque la tumba siempre interpretará al poeta),
Durante esas interminables noches del las que el sueño está proscrito,

Te dirá: "¿De qué te sirve, cortesana imperfecta,
No haber conocido lo que lloran los muertos?"
—Y el gusano te roerá como un remordimiento.






 

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